lunes, 31 de mayo de 2021

Unos vienen y otros se van

Mikel con Julen en brazos

El día 11 de septiembre de 2020, en plena pandemia, vino al mundo el, hasta ahora, más joven de los Tajafuerte. Es hijo de mi sobrino Mikel y de Isabel. Lleva por nombre Julen, quizá en recuerdo de mi difunto hermano Julián, abuelo de la criatura.

El alumbramiento tuvo lugar en el  Hospital Reina Sofía de Tudela, sin que pudiésemos visitar a la feliz madre debido a las restricciones causadas por el COVID 19. Ha sido, sin duda, una nota positiva en ese año nefasto. A pesar de haber nacido en esta época, con una situación tan extraña, Julen Tajafuerte Cacho eres recibido con enorme satisfacción por esta familia. Una nueva alegría que, además, proporciona savia nueva a nuestro árbol genealógico que en esta generación se ha visto incrementado con siete hermosos frutos. 


Aurora Tajafuerte López

El contrapunto a este feliz acontecimiento, ha sido el fallecimiento en Lo Pagán, pedanía de San Pedro del Pinatar en Murcia, de Aurora Tajafuerte López, que a la sazón contaba con 92 años recién cumplidos. La más veterana de la familia se encontraba en un estado delicado de salud desde hace algún tiempo y el óbito ha tenido lugar el día 29 de este mes de mayo, casualmente el mismo día en que se cumplen diez años del desgraciado accidente que costó la vida a mi hermano.

Con Aurora tuve el primer encuentro en el año 2010. Hasta esa fecha no habíamos llegado a conocernos debido a una situación familiar enrarecida, de la que ambos éramos totalmente ajenos. A partir de entonces nos vimos de vez en cuando. El año 2017, durante mis vacaciones en Murcia, lo hice por última vez en su domicilio de Lo Pagán, junto a sus hijos Cristina, Yolanda y José. Ocasionalmente mantuve con ella algunas conversaciones telefónicas que se interrumpieron debido a su delicado estado de salud. En la actualidad me informaba de su situación a través de sus hijos.

Desanse en paz, Aurora, con mi más sentido pésame para sus hijos y nieta.




domingo, 7 de diciembre de 2014

Nota necrológica


El pasado día dos de diciembre, víspera de la festividad de San Francisco Javier, patrono de su Navarra, falleció en San Cugat del Vallés la hermana de mi padre Lucía Tajafuerte Jacoste, la única superviviente hasta esa fecha de la generación de los Tajafuerte anteriores a la nuestra.

Imagen reciente de Lucía Tajafuerte
Ya comenté en una entrada anterior lo que la figura de la tía Lucía había significado para todos sus sobrinos, quizás engrandecida, en un tiempo de penurias, por una situación económica mucho más desahogada que la nuestra. Siempre recordaré con un agrado especial los días que mi mujer y yo compartimos con ella durante nuestra luna de miel en su casa de Madrid, cercana al desaparecido diario Pueblo, cuando vivía allí por motivos laborales de su segundo marido, Ricardo Montejo. De ella aprendió mi esposa la receta de las almejas a la marinera que tanto gustaban a mi padre y encantan a mis hijos.

Una visita a finales de los ochenta durante mi estancia en Barcelona, cuando fui enviado por mi empresa a esa ciudad, y algunos encuentros breves y esporádicos posteriores han sido mis últimas relaciones con la tía Lucía, a quien no veía desde hace mucho tiempo. Pese a ello, el recuerdo de su figura seguía muy vivo, ya que fue testigo de momentos muy felices para mí.

Ha sido la persona más longeva de los Tajafuerte, la única en alcanzar todo un siglo de vida; el próximo ocho de enero hubiera cumplido ciento un años.

Aunque estos acontecimientos son previsibles, nunca encontramos la fecha oportuna para que sucedan, por lo que mi primo Francesc, Paco para nosotros, que ha convivido siempre con ella, se encontraba muy afectado en el momento en que me comunicó el óbito. Sólo me queda trasmitirle a él y a toda su familia mis condolencias más sinceras y hacerles patente que su recuerdo perdura en nosotros. Descanse en paz.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Sergio

Hace algo más de año y medio desde la última entrada realizada en este blog como consecuencia del trágico accidente que causó la muerte de Julián. Hoy retomo de nuevo este espacio con la enorme satisfacción de que un nuevo miembro ha venido a engrosar nuestra familia para hacer compañía al pequeño Javi. Un nuevo Tajafuerte, a quien sus padres han dado el nombre de Sergio, ha visto la luz en la ciudad de Cáceres. Guardián, protector, significa este nombre. De momento, él deberá ser el protegido y todos nosotros, especialmente sus progenitores, sus guardianes.

Ricardo y Mila, los padres, están llenos de ilusión y de alegría de la que nosotros somos partícipes destacados por habernos desplazado hasta aquí para paliar esa soledad compartida en el día a día en una ciudad ajena a ambos y ser testigos del acontecimiento. Los tiempos exigen buscar el trabajo allí donde se encuentre y asirlo firmemente. Eso es lo que ellos hicieron hace unos años.  Nosotros, desde nuestra lejanía, tratamos de trasmitirles nuestro cariño y nuestro apoyo constatado cara a cara en las ocasiones en que, como en esta, nos acercamos hasta ellos.

Deseamos que Sergio con el tiempo se convierta en un verdadero guardián y protector de los valores que sus padres le vayan inculcando.

Así es la vida con sus claroscuros.  Lo que hace año y medio era tristeza y desolación, hoy es alegría desbordante. A nosotros nos queda, eso esperamos, el disfrutar durante algunos años de su querida presencia junto con las de su hermanito Javi y sus primas Leyre y Nerea. 

viernes, 3 de junio de 2011

Mi hermano. Mi amigo




Julián Tajafuerte Corral, mi hermano, nació el 20 de setiembre de 1948 en la misma casa en la que lo hice yo en la tudelana calle de la Rúa que entonces tenía el nombre de Mariano Sainz. Actualmente esta vivienda es la sede de la Peña La Jota. Por inverosímil que parezca, recuerdo las circunstancias de su nacimiento a pesar de contar solamente tres años de edad. Es una de esas imágenes que se quedan grabadas en la memoria.

A los catorce años comenzó a trabajar en un taller de herrería, después en un tostadero de café y con posterioridad en diversos talleres mecánicos. Se especializó en reparación de maquinaria agrícola.

A los 26 años contrajo matrimonio con Ana Mari y un año más tarde llegó Quique. Para entonces Julián era un experto profesional. Tuvieron que transcurrir nueve años para que la familia se viera incrementada con el nacimiento de dos gemelos. Estos no trajeron su pan bajo el brazo, sino un despido improcedente.

Fue una situación muy delicada. Mi hermano no se arredró. Comenzó a recorrer los pueblos limítrofes reparando in situ tractores, cosechadoras  y toda clase de maquinaria agrícola. Poco después se estableció con la apertura de un taller en el barrio de Lourdes, inicialmente para la reparación de tractores y motocultores, posteriormente lo amplió  a la reparación de toda clase de vehículos de motor. Le marcharon bien las cosas y contrató algún trabajador. La empresa crecía y los hijos también.

Quique se incorporó al trabajo e Iñaki y Mikel lo hicieron después de sus estudios. Llegó un momento, tenía casi sesenta años,   en que cedió el timón al mayor de sus hijos reservándose para él exclusivamente la reparación de motocultores.  Comenzó una nueva vida mucho más relajada y hace ocho meses, a los sesenta y dos años, se jubiló definitivamente.

Mi relación con el siempre ha sido muy especial. Éramos solamente dos hermanos y nos hemos querido mucho. Sé que siendo niños yo era su referente, su hermano mayor. Para mí era mi hermanico al que había que cuidar y defender. Yo marché a estudiar y, según sus palabras, esto lo dejó descolocado, me echó mucho de menos. De mayores cada uno hicimos nuestra vida pero sabíamos que nos teníamos el uno al otro para cualquier eventualidad. Cuando éramos jóvenes quizá él me admiró, más tarde yo envidié y admiré su capacidad emprendedora.


Cuando me jubilé, él fue quien más me animó para emprender la aventura de mi investigación familiar en la que estaba muy interesado. Era lector incondicional de todo lo que yo escribía. En ocasiones me preguntaba ¿Qué te ha pasado esta semana que no has escrito nada? 

Últimamente nos habíamos acercado todavía más. Salíamos todos los sábados con nuestras esposas en compañía de nuestros amigos. Habíamos iniciado paseos semanales a diversos lugares. Viajamos juntos a Rusia.  Estábamos en un momento inmejorable de nuestra relación.

Julián y yo en nuestro último paseo


El día 21 del mes pasado nos despedimos después de cenar puesto que nosotros emprendíamos un viaje a Viena y El Tirol al que ellos no quisieron unirse. No he vuelto a verlo con vida. El pasado domingo día 29 de mayo, en Innsbruck, una fatídica llamada de teléfono a las nueve de la noche dinamitó nuestro placer. Julián había fallecido hacía apenas dos horas en un infortunado accidente de tráfico.

El choque frontal con un camión segó su vida y truncó, junto a las nuestras, las  de su esposa y sus hijos. Al cabo de los años se ha tomado su revancha: ahora soy yo el descolocado y el que le echa de menos. La diferencia estriba en que mi hermano no retornará con nosotros.

Quique ha sabido estar a la altura de las circunstancias demostrando que el timón está en buenas manos. Ana Mari, destrozada, sacará fuerzas de flaqueza para dedicarlas a sus hijos y nietas. Iñaki y Mikel, como siempre al alimón, arrimarán el hombro para seguir adelante. Nosotros y nuestros hijos estaremos ahí apoyando con todo nuestro cariño.

Afortunadamente el tiempo mitigará nuestra desolación y hará más soportable el vacío en que nos ha sumido este desgraciado suceso. 

martes, 19 de abril de 2011

Javier

Ya está aquí. Ya lo tenemos con nosotros. El primer Tajafuerte nacido fuera de Tudela ha visto la luz nada menos que en tierras extremeñas, en la monumental Cáceres.

Con nuestro nieto no se ha dado el “no hay dos sin tres”, sino lo de “a la tercera va la vencida”, puesto que en esta ocasión se trata de un niño. Si tenemos en cuenta las nietas de mi hermano, el Tajafuerte varón ha venido al quinto intento, cumpliéndose aquello de que "no hay quinto malo". Indudablemente si se hubieran completado el trío o quinteto de niñas, según se mire, estaríamos de la misma manera encantados de la vida.

Castillo de Javier


Sus padres le han puesto por nombre Javier. Las connotaciones navarras de este apelativo no dejan lugar a dudas. Se trata del pueblo donde se encuentra ubicado el castillo en el que nació el navarro más universal de todos los tiempos: San Francisco Javier. Es un lugar precioso al pie de la sierra de Leyre. Esperemos que esto le haga tener en cuenta, en la medida de lo posible, sus raíces. Aunque esto no es  lo más importante,  sino que cause la alegría de sus progenitores,  sea muy feliz en la vida y haga la felicidad de los que le rodeen, convirtiéndose en una excelente persona, honrada, apreciada  y  portadora de toda suerte de virtudes.

Tampoco sería nada baladí que, dados los tiempos que vivimos, traiga un pan debajo del brazo. Si en lugar de pan  trae  algo más sustancioso,  miel sobre hojuelas.

Bienvenido Javier a engrosar el número de esta familia. Junto a tus primas Leyre y Nerea, eres nuestra alegría y nuestro cariño va ser tu compañía permanente.